miércoles, 4 de febrero de 2015

Holocausto, carnaval y poda



Lo que nunca debió ocurrir, pero ocurrió.

Hace pocos días se conmemoraba el final de las matanzas programadas por un loco.

La sinrazón de la privilegiada, aunque mal amueblada cabeza de Adolf Hitler, llevo a sus adláteres a cometer el mayor ataque del hombre hacia el hombre que recuerda la historia.

El convencimiento de estos seres de la supremacía de la raza aria y de la maldad de los judíos llevo a todos aquellos que cayeron en sus manos y no cumplían con los estándares descritos por su patrón a ser sacrificados cuales reses en un matadero, pero con la maldad añadida del presidio, la miseria, las vejaciones, el trabajo forzoso, el hambre y el martirio que conllevaba el internamiento en cualquiera de sus más de 42.500 centros de internamiento, entre campos de trabajo forzado (30.000), guetos (1.150), campos de concentración (980), centros de detención de prisioneros de guerra (1.000), burdeles con esclavas sexuales (500) y miles de lugares donde se aplicaba la eutanasia a ancianos y se realizaban abortos forzados. Principalmente judíos, pero también gitanos, homosexuales, polacos, rusos y gentes de todas las razas y etnias, e incluso arios que no comulgaban con la anunciada superioridad de su raza fueron victimas de la barbarie. Se dice que el numero de victimas hay que contarla con cifras seguidas de seis ceros.

Un estudio del mes de marzo de 2013 del Museo del Holocausto de Washington ( http://bit.ly/1BTIJbD ) estima entre 15 y 20 millones de victimas.

Dan escalofríos… 

En las guerras antiguas, donde las victimas se contabilizaban por cientos, o por miles cuando más, la muerte de los combatientes era algo incluso honorable, pues solía ser fruto del enfrentamiento cuerpo a cuerpo, hombre a hombre.

Entre los aztecas se celebraban guerras de honor, donde el final era abatir al enemigo pero sin matarlo, convertirse en el padre de su alma y ofrecérselo a sus dioses en honorable sacrificio que honraba tanto al vencido como al vencedor.

Hoy, las guerras  son distintas, frías, y el exterminio de personas se vive como a distancia. Drones que disparan sin ningún tipo de sentimiento, misiles que se desplazan a distancias a veces intercontinentales, bombas de racimo que destruyen el lugar donde caen y la vida a su alrededor, minas antipersona que revientan al enemigo cuando ya el que las puso está lejos, modernas armas con una capacidad destructiva inmensa, inmensos arsenales de armas atómicas y químicas, cohetes, lanzacohetes y misiles anti-cohetes convenientemente publicitados para que no perdamos el miedo, para que el recuerdo de lo que puede ser nos reprima. Y todo por el estupro de las riquezas ajenas. Desproporción absoluta entre las victimas de los vencidos y de los vencedores

Y al albor de ese tipo de guerras tan modernas nacen otros campos de concentración tan despiadados como aquellos.

Campos de refugiados, verdaderas orbes construidas de telas y cartón, sin estructura de control conocida mas allá de que el que entre no salga, donde el hambre, el frío, las penurias y la enfermedad matan cual cámara de gas a muchos de los que alli entran. Miles de muertos que no se contabilizan más que como números estadísticos en este nuevo holocausto, que eso si, es más pulcro, más distante, menos sentido, pero igual de dañino para el ser humano. Cientos de miles de personas hacinadas esperando solo la lenta muerte que les espera. Sudaneses, centroafricanos, liberianos, saharauis, palestinos, iraníes, afganos, iraquíes, somalíes, kurdos, ex yugoslavos y de otros países extintos, huidos de las guerras y de las persecuciones políticas y étnicas son los ciudadanos de esas nuevas ciudades de acogida que dependen del limosneo y las escasas ayudas oficiales de los países desarrollados y de cientos de ONGs para ir sobreviviendo.

Muros que concentran a determinadas etnias y poblaciones encerradas en guetos donde poder ir masacrando poco a poco, con paciencia y consentimiento de los modernos gobiernos a los que por no verse parecen invisibles. Palestinos y saharauis condenados a vivir separados del mundo solo por pertenecer al mundo equivocado, al de los menos poderosos. Muros de hormigón y campos sembrados de minas por si a alguien se le ocurre salir. Ejércitos parapetados en garitas de vigilancia, expertos francotiradores dispuestos a hacer blanco en aquello que se mueva fuera de los recintos bien delimitados.

Guetos dentro de nuestras mismas ciudades donde mantener la “escoria” social de forma poco visible, que no moleste demasiado... La cañada real en Madrid, las 3.000 viviendas en Sevilla, la palmilla y los asperones en Málaga, las ciudades chabolistas del centro y sur de América, las favelas brasileñas… En cada ciudad, rincones de concentración de miseria, campos de refugiados donde solo sobrevive el más fuerte, el más dañino, donde la única ley que impera es la de la selva urbana e infrahumana.

Holocausto silencioso sin fecha para conmemorar su final. El mal aparato publicitario que los hace prácticamente invisibles, oculta el terror como lo ocultaban las murallas de los campos de exterminio nazi…

Algún día, muy en el futuro, quizás conozcamos las aterradoras cifras de victimas que alli se almacenan… También se contaran con cifras seguidas de seis ceros… Algún día, igual celebramos el final de la barbarie…

Pero es tiempo de carnaval, de fiesta pagana y algunos se preparan para la misma. Cánticos, caretas, máscaras, disfraces, lujuria en las calles, comparsas, coros y concursos de samba, belleza y reinas de carnaval.

Dicen que las máscaras, famosas sobre todo las de Venecia, servían para en muchos casos tomarse la justicia por la mano del enmascarado, que oculto en el anonimato que le proporcionaba la careta tomaba venganza sin que nadie pudiese culparlo.

Hay quien se pone la careta, y hay quien se la quita y se le ve su verdadera cara.

EL ejemplo más claro que se me viene a la cabeza es el de Pedro Sánchez, que definitivamente se ha quitado la careta de “Socialista” y se sienta solo un poquito a la izquierda de Rajoy (pero solo un poquito, prácticamente pegados el uno al otro) para firmar esa ley contra el terrorismo yihadista (por cierto, financiado por las grandes potencias para destruir desde dentro países cuyas riquezas ambicionan) que oculta entre líneas la futura aprobación de la cadena perpetua, de la persecución de todo el que no confiese con el régimen instaurado, del castigo desmedido al pueblo por sus gobernantes.

Pocas cosas son más perpetuas que la muerte, y ese es el ansiado fin de estos terroristas que quieren castigar, el martirio y después el cielo con sus huríes,  por lo que la utilidad de es prisión permanente revisable esconde otros fines bastante mas oscuros

Solo es la preparación de “un gran pacto de estado” que firmaran después de las generales para perpetuarse ellos en el gobierno, juntos, uno al lado del otro, en lucha contra la representatividad que puedan conseguir otras fuerzas que “desestabilicen” el gobierno. Una verdadera condena a perpetuidad pactada por los que se creen partidos mayoritarios.

Susana Díaz, esa que lleva Andalucía en la sangre, la de la casta de los fontaneros, la designada a dedo para gobernar el sur de España, prepara el asalto a la Moncloa. Adelanta elecciones sabedora de su victoria, para a futuro designar también a dedo, como parece ser ya costumbre, a un nuevo dirigente de las políticas del sur y ella, a lanzarse a un campo de batalla mayor, aunque deshonroso. ¿Por qué contentarse con Andalucía si puede gobernar España…? o eso cree. Fuera las caretas, con desparpajo, sin miedos,  que para eso están las leyes mordazas…y el poder del dinero publico, que parece que no es de nadie más que de ellos y de las grandes empresas que les habilitan sus puertas giratorias…

Febrero es el mes de la poda, y así ha sido históricamente.

Los jardineros y labriegos se afanan en quitar las partes muertas de las plantas, las formatean, les dan forma y cuidan de dejar brotes con capacidad de regenerarlas. Mas tarde habrá que cuidarse de las malas hierbas que quitan fuerza a las plantas de flor y roban del sustrato los alimentos que necesitan las plantas.

Febrero y lo que nos queda de año hasta las elecciones es el tiempo de la poda política y de la corrupción. Hay que cortar de raíz las malas hierbas, hay que depurar la ramería desordenada de los partidos políticos, no hay que permitir que nos roben el sustrato social que nos mantiene y habrá que confiar en los brotes sanos para regenerar el árbol de nuestros gobernantes. Hay que sembrar con el voto adecuado las urnas que contiene las tierras del futuro jardín. Después habrá que abonar y regar convenientemente lo plantado.

Es hora de quitarse las máscaras y definirse, es hora de destruir muros y guetos, es tiempo de poda… o de guerra…

Jose Ramiro, bloguero

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