jueves, 8 de enero de 2015

Dios, ¿Qué Dios?



Hoy pensaba dedicar esta entrada a otros temas bastante mas baladíes, pro el atentado perpetrado en Francia bien merece un poco de análisis por mi parte.

Los primeros años de mi vida, por causas que ya alguna vez he relatado, transcurrieron en Marruecos, en la zona norte, donde la mescolanza de religiones, nacionalidades y distintas costumbres era el pan de cada día (pan con el que las tahonas de barrio procuraban contentar a todos los que vivíamos alli, confeccionando pan francés, español, ácimo y toda una serie de modalidades que terminaban por dar satisfacción a cualquiera)

Las mezquitas convivían pared con pared con iglesias cristianas y con sinagogas y en los paseos dominicales por las calles centrales de los pueblos era más que frecuente habitual, ver gentes de los distintos credos departir alegremente.

Solía yo por aquel entonces visitar un “cafetín”, donde lejos de sentirme extraño me sentía uno mas de aquella heterodoxa comunidad, y mientras algunos tomaban cerveza, otros solo esa bebida aromática y extremadamente dulce que es el te verde aderezado con unas ramitas de hierbabuena, y otros se limitaban al internacional café en sus distintas modalidades.

Era una sociedad de iguales, donde los matices de las distintas creencias quedaban perfectamente ocultos tras un muro de convivencia, de proyectos comunes, de amistad y de respeto.

Cuando oigo y leo que el atentado de Francia lo han perpetrado unos islamistas, se me pone el pelo de gallina, porque si, habrán sido islamistas, aunque esta definición solo aclare la fe que profesan, pero no de aquellos con los que yo pude convivir. Le falta al apelativo antecederlo de una palabra mágica que define de verdad la calaña del vil acto. No son islamistas, son terroristas islamistas, como los puede haber cristianos o bidistas. Simplemente Terroristas.

Es como cuando hablábamos del problema vasco (Que al menos en su parte más violenta podemos dar ya por zanjado), que era un problema del terrorismo vasco, no de los vascos por tener ocho apellidos.

Odio los extremismos, como creo que los odiamos todos a los que nos queda un dedo de frente, salvo aquellos que como la caverna mediática no miran de frente, sino de perfil, e insisten en identificar Islam con violencia.

Las grandes religiones, y esto lo dice quien se confiesa ateo aun inmerso en una sociedad repleta de creyentes, solo se diferencian por matices que se arrastran históricamente desde los albores de las mismas.

El Islam reconoce a Jesús como profeta y Maria como su madre, y los veneran, como el cristianismo hace con mahoma, y las burlas profesadas desde el ámbito social y periodístico solo tienen un matiz irónico, chistoso si cabe, que resalta las debilidades divinas de estos personajes, donde hay par dar y regalar en cualquiera de las religiones, aun cuando algunos quieran ver grandes diferencias.

El terrorismo, la violencia, el asesinato es repudiable por todos, por los ateos, por los agnósticos, por los que profesan cualquier religión de forma razonada, porque en realidad, por más que se quieran medir las diferencias, todos parten de los mismos principios de respeto hacia los demás.

Es falso que el Islam luche por convertirnos a los demás, como es falso que el cristianismo los pretenda en sus misiones. Ya paso la época de las grandes guerras religiosas salvo para los extremistas que se creen imbuidos de la fe verdadera y eso, se entiende bajo la protección de cualquiera de los dioses que pululan por la mente humana.

Rompo una lanza por cualquiera que sea la creencia de las personas y condeno a los que amparándose bajo el manto protector de un dios, no siempre bueno ni protector con la raza humana o los que promulgan el paraíso en lugar del infierno para aquellos que viven en el mal, que odian a los demás por ser distintos, que pretenden imponer su credo por encima de la realidad plurireligiosa en la que vivimos.

Estos no son islamistas, ni cristianos, ni ortodoxos, ni judíos, ni budistas, ni agnósticos ni nada que se les parezca. Son simplemente terroristas, y como tales, se merecen el repudio de todos y el mayor de los castigos que provean las leyes del hombre, no las divinas. No creo que haya ningún dios, por extraño que sea, que bendiga el asesinato y lo premie con paradisíacas recompensas. En cualquier caso malas interpretaciones humanas y extremistas de las sagradas escrituras que definen cada una de las creencias

Se que algunos verán mucha simplicidad en mis propuestas, pero aquellos que así lo vean, les propongo huir del maniqueísmos. Nada es bueno ni malo, es simplemente la mezcla del todo, la idiosincrasia de la raza humana, capaz en algunos momentos de justificar cualquier cosa bajo el parapeto de un mandato divino.

Me cuelgo un lazo negro, una vitola de luto en el antebrazo por los caídos en defensa de la libertad.

Los que sean creyentes, no importa de que dios, recen por los muertos en el brutal atentado.

Jose Ramiro, bloguero

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