domingo, 5 de enero de 2014

Puente de plata



Al enemigo, puente de plata...

Por razones de pura actualidad, últimamente me veo a menudo en la obligación de opinar sobre temas que hieren sensibilidades, sobre todo cuando están a flor de piel, incluso la mía.

La barbarie terrorista que hemos vivido en España hasta hace muy poco tiempo, en términos históricos, no tiene justificación alguna.

El empleo de la fuerza, como arma reivindicativa, es en si mismo un contrasentido. Cuando hace ya años que el país funciona con un motor, al menos en apariencia, democrático, la forma de defender tus ideas,  CUALQUIER IDEA, tiene cauces muy bien definidos, y es en los distintos parlamentos de nuestras comunidades y en el del propio estado donde se deben dilucidar los intereses de los españoles, se llamen vascos o catalanes, gallegos o castellano-manchegos, murcianos o andaluces.

Optar por cauces distintos a estos, y más con pistolas y bombas, es sin duda una salida de los cauces legales que tiene, y así debe ser, premio: la cárcel.

No se debe hablar de presos políticos, que no lo son. Son asesinos, asesinos a sueldo de intereses contrapuestos al bien de la ciudadanía.

Terrorismo. Con este termino como argumento, no se puede gobernar. La sangre inocente derramada mancha cualquier propuesta, la invalida, se gana la negación de parte de la mayoría.

Es el día en que los terroristas, asesinos confesos, asumen que se han equivocado, que han causado daños irreparables, asumen que han matado, que han ido desperdigando viudas y huérfanos, que han asesinado inocentes que poco tenían que ver con sus reivindicaciones, que ven como merecidas las penas de prisión a las que han sido condenados, y que están dispuestos para defender sus ideas desde ese foro común que nos brinda la democracia, desde la política y no desde el terror.

Sin duda, con los matices que les queramos ver, es una gran noticia. Es un pequeño paso para ETA, pero un gran paso para la resolución de eso que ellos llaman... "el conflicto"

El "repugnante aquelarre" que mencionaba el ministro del interior, que solo ve demonios mire donde mire, ha terminado siendo casi una santa misa, el amargor que sin duda sienten las victimas y sus familiares, las asociaciones de víctimas del terrorismo se empieza a aliñar con azúcar. Esto es un hecho, no una fantasía.

Que un asesino se siente delante del pueblo, de sus víctimas, que somos todos, y reconozca el daño; que a su forma, eso si, pidan disculpas, que digan que a partir de ahora renuncian al uso de la fuerza y el terror, que propongan someter sus ideas al consenso popular, que abandonen las pistolas (aunque aun las tengan oxidándose bajo el colchón), que se sometan a las leyes que todos nos hemos dado y que opten por un camino de paz, es de agradecer.

Cuando desde el estado se vilipendia a quien da un paso, queramos o no, decisivo para resolver la incógnita terrorista, se le hace un flaco favor a la causa común que es la búsqueda del fin de todo esto, de la paz, del cese del chorreo de muertes innecesarias que han ido produciéndose en el camino.

Toda guerra termina con un tratado de paz, de no agresión por las partes, con acuerdos que tienden a equilibrar el desequilibrio causado por la muerte y el dolor. Todas las partes se deben esforzar en ese objetivo común. Unos deben pedir perdón, los otros, deben perdonar.

Ya se que esto no es una guerra, ya se que es injusto tratar a asesinos como soldados, pero si tuviéramos la capacidad de entrar por unos momentos en las frías mentes de los que durante tiempo han defendido sus ideas desde el miedo, pensaríamos que si lo es. Ellos si se ven como soldados, como guerreros de unos ideales que los han llevado a matar en busca de una liberación inexistente. El mal llamado por Aznar ejercito de liberación vasca, ni ha sido ni será nunca un ejercito, pero ellos siempre se verán como soldados.

Ya se que hemos tenido momentos de debilidad, que hemos cometido errores, que algunos, no me cabe duda que con la mejor de las intenciones, se han sentado en mesas de negociación donde la otra parte mostraba, mas que disposición a acabar con la situación, posturas de fuerza defendidas con las armas y el miedo. Ahora, parecen haber comprendido que el camino que habían emprendido no los llevaba a Roma, donde conducen casi todos los caminos, los llevaba a ninguna parte. Mas vale tarde…

Han perdido la guerra, y lo saben. No tienen disculpa, no se las merecen quienes han manchado de sangre tantas veces las portadas de los periódicos, pero...

Creo que ha llegado el momento de tratar al que se apea del terror como lo que son, puros asesinos sin sangre en las venas, y hacerlo con todo el peso de la ley, pero también el de quitarle la coletilla de terrorista, aplicar al arrepentido todos y cada uno de los artículos del código penal como lo que son, y no como lo que fueron, entender que los pasos para lograr el fin de esto se tienen que dar por ambas partes, y que aunque sin duda no debemos rebajar el listón en cuanto a pedir de ellos mas claridad, que pidan perdón sin matices, que entreguen las armas, que desentierren los zulos, que resarzan a la víctimas del dolor causado, que se humillen, aunque sea ligeramente, delante de los muchos padres que han ido dejado sin hijos  y los muchos hijos que han ido dejando sin padres, que se arrepientan sinceramente por el gratuito dolor causado, que se confiesen equivocados, que asuman que las ideas son solo ideas y no dogmas de fe, debemos construir entre todos un gran puente de plata.

No se trata de olvidar, no se trata de perdonar sin recibir a cambio arrepentimiento. Se trata de intentar normalizar la situación, de reconducirla hacia senderos donde construir juntos y no destruir por separado

Las victimas se sienten heridas, humilladas, vilipendiadas por actos de pura justicia. La ley es igual para todos, o eso debiera ser, y sin distinción. El penado por asesinato terrorista debe cumplir su condena, pero sin matices, como cualquier otro, sin añadir a su pena el error de defender ideas desde un punto de vista totalmente equivocado, injusto y sin duda despreciable. Ser magnánimos desde un estado de derechos, en plural (aunque cada vez nos queden menos), no nos hace mas débiles, sino al contrario, nos refuerza y nos engrandece.

Al enemigo, puente de plata...

Si le ponemos barreras a la disolución de ETA, a su desaparición como banda armada, parecerá que no queremos que esto acabe. Bastante dolor se ha repartido; ahora llega el momento de perdonar, en conciencia, sabiendo que nuestro perdón llevara las cosas a donde siempre debieron estar. Con mano dura, si, pero construyendo, no destruyendo...

Habrá, sin duda quien tras leer esto se sienta ofendido, y otros dirán que qué razón tengo. Sin pistolas, podemos discutirlo.

Plata, oro o diamantes. Si lo conseguimos, esto no tiene… Precio...

Jose Ramiro, bloguero.