viernes, 6 de diciembre de 2013

35 años tiene mi niña...



La multidimensionalidad de lo cotidiano nos hace ver las cosas desde un punto de vista absolutamente simplista.

Estamos acostumbrados a pensar, de forma automática en que las cosas son como son, sin ser conscientes de que no es cierto.

Vivimos en un mundo donde la percepción de la realidad esta condicionada por nuestras propias capacidades, y en ese entorno, vemos las cosas, los objetos como si fuesen creaciones eternas. Todo tiene un arriba y un abajo, una derecha y una izquierda, todo ocupa un volumen determinado por tres simples parámetros: altura, anchura, y largura.

La cuarta dimensión, menos visible, es el tiempo. Tendemos a pensar en la rigidez de los físico, pero en realidad, supongamos que colocamos una caja de cartón encima de una mesa, que posteriormente encerraremos en una hermética urna de cristal. Pensaremos que salvo algún desastre natural, esa caja permanecerá estable en su viaje hacia el largo futuro.

Pero por contra de que sus dimensiones físicas parezcan inalterables, esa dimensión irreversible y asimétrica que es el tiempo, ira variando su física, deteriorándola aun con pasmosa lentitud hasta su total destrucción.

En realidad, no es el tiempo, dimensión inmaterial que a todo afecta, sino que la propia física de la materia tiende a la autodestrucción. Las moléculas que componen el cartón de la caja, de forma inexorable se irán rompiendo en otras más pequeñas. El tremendo y permanente bombardeo de micropartículas que sufre el cartón aun en el ambiente mas hermético, los miles de millones de neutrinos que lo van atravesando cada instante van rompiendo su estructura, deteriorándola, la propia vida media de los elementos condiciona su ser, a nivel atómico e incluso menor, veríamos como cada partícula lucha, aun en los elementos aparentemente mas rígidos, con las que la rodean, golpeándose, desintegrándose...

El tiempo, no es el culpable, solo es el testigo de la tragedia subatómica.

Las simetrías se rompen en esta dimensión. La línea temporal avanza inexorablemente hacia el futuro, hacia la entropía, hacia el caos y el desorden, sin vuelta atrás posible. El orden, siempre fruto del trabajo y de un gasto energético abrumador, a poco que nos descuidemos se rompe en caóticos movimientos tendentes a llenarlo todo.

Nuestra constitución, ley de leyes, esta sometida a las leyes naturales como lo esta todo lo que somos, todo lo que sentimos, todo lo que seremos...

35 años, la han ajado, la han deteriorado y ya no cumple con los mínimos necesarios para que nuestra sociedad sea justa y ordenada.

Nuevos parámetros han ido apareciendo, cual elementos subatómicos que aparecen de la aparente nada, la han golpeado y nos hacen ver la necesidad de restaurarla, de dotarla de una nueva estructura.

Como la caja de cartón del ejemplo antes mencionado, ni tan siquiera una urna de cristal, un blindaje aparentemente seguro, puede garantizar su supervivencia, ley entrópica, que condiciona que todo, absolutamente todo tiende al caos, a la destrucción.

Las mínimas reformas realizadas sobre el magno documento solo han acelerado su deterioro.

Ya no es la ley igualitaria y preservadora de los derechos de los habitantes de este país, ahora antepone a esos derechos el de los usureros que nos prestan dinero, impone el pago de nuestra deuda y deja de ser el escudo legal protector de todos los españoles, creando pobreza, obligándonos a someternos a un destino maquinado por redactores sin alma, verdaderos amos del tiempo. Poco más que papel mojado.

Deberíamos hacer una nueva, crear un nuevo orden, que no por nuevo será mas duradero, aunque seguramente estaría mejor adaptada a los tiempos que corren.

Las derechas, dada la reversibilidad dimensional del mundo y de la historia, alguna vez pueden ser izquierdas, lo que hoy esta arriba, bien podría estar abajo, lo que esta allá en el fondo bien podría estar en primer plano. No hay ley que lo impida, pero lo que esta en el pasado, ya nunca podrá estar en el futuro, el tiempo solo tiene una dirección, antes el pasado y por delante solo el futuro. Todo se deteriora, todo se desintegra...

Un futuro que va adquiriendo realidad en base al caótico movimiento de la sociedad, sobra comida en el mundo, pero siguen existiendo muertos de hambre, el agua es un bien escaso, pero seguimos derrochándola, millones de toneladas de desechos de fabricados por el ser humano atiborran nuestros mares y nuestras tierras, contaminan nuestro aire e incluso el espacio que rodea nuestro planeta, el supuesto dominio de lo nuclear plantea el reto de esconder sus residuos, el caos se apodera de nuestras líneas temporales sin solución de futuro.

No hay vuelta atrás, y en este viaje solo podemos mirar hacia delante. Lo que hoy parecen verdades absolutas, con el tiempo se irán convirtiendo en enormes mentiras.

El tiempo, esa inmaterial dimensión que nos arrastra sobre ella es muy largo, tanto que sólo atisbamos su inicio, allá en un lejano pasado donde todo se hizo realidad, y somos incapaces de ver su final.

Ni la bruja Lola, ni mágicos adivinos con relucientes bolas de cristal, ni por supuesto ninguno de nuestros dirigentes son capaces de verlo.

Cuando un perfumista crea su obra, y es capaz de encerrar en un pequeño frasco unas gotas de sentimientos, lucha contra la entropía, crea orden dentro del caos.

Con el suficiente tiempo por delante, ese perfume se terminara evaporando, no importa cuanto tarde, es un final anunciado en el mismo momento de su creación. Todo lo que es, algún día no será.

A nuestra carta magna le viene pasando esto. Ya no vale. Sus pequeñas partes, su cuidado articulado, creado sin duda con mimo y con la mejor de las intenciones, se están evaporando.

Bien está que reconozcamos la obra de los artistas que, nota a nota, fueron capaces de componerla, pero el frasco se quedó abierto y ya huele mal.

Solo nos queda regresar al futuro, crearlo, que no recrearlo...

Jose Ramiro, bloguero