jueves, 8 de noviembre de 2012

La muerte, ... ¡Como nos cambia la vida!



No me refiero a la propia muerte, que esa no nos la cambia, sino que acaba con ella... Me refiero a la muerte de los demás.
   
Cuando muere un familiar, un conocido, un amigo o incluso algún buen vecino, nos embarga un sentimiento de tristeza, de impotencia, de rabia contenida, que hace que el corazón se nos ralentice, como si quisiese pararse a la vez que el del fallecido, como si un noble deseo de acompañarlo en ese ultimo viaje nos sedujese y nos arrastrase.

Estas sensaciones son en todo caso momentáneas, y salvo el trocito de corazón que nos habrá arrancado la muerte en su deambular por nuestra cercanía,  el tiempo, que todo lo cura, que todo lo borra, poco a poco va borrando de nuestra mente ese ilógico sentimiento como de culpa que arrastramos durante los días siguientes al óbito. Después solo quedaran los buenos recuerdos, los momentos más felices y las más bellas imágenes fantasmagóricas que nunca abandonaran nuestro sentir. Se irán diluyendo en el tiempo las malas acciones, los enfados, las controversias que hayamos podido tener...

Es curioso, como la muerte de alguien marca nuestra vida. Como si de peldaños de una escalera infinita se tratara en la vida vamos subiendo peldaño a peldaño y con cada muerte, con cada tragedia vivida, nos acercamos mas a una cima incierta donde lo que nos espera es la propia muerte, que sonriente y satisfecha, llena de infinita paciencia, nos espera en todo lo alto, y que desde allí nos acecha, nos vigila, nos pretende...

Siempre, tras el amargo trago, surgen propósitos de mejorar en nuestra vida, cuidarse un poco mas, alejarse del tabaco y de otros vicios quizás inconfesables, pasar mas tiempo con los seres queridos, disfrutar algo mas de la familia, entregar parte del resto de nuestra vida al solaz y el disfrute...

Buenas intenciones que frecuentemente quedan en nada...como las promesas de año nuevo... El ritmo acelerado de esta vida que llaman moderna, y que casi no es vida termina arrastrándonos, llevándonos en su caudaloso devenir por senderos que no somos capaces de abandonar,  Así, volvemos a caer en el pecado, retomamos vicios y costumbres insanas, volvemos a la monotonía diaria, dejamos el deporte solo para el domingo por la tarde delante del televisor, y recortamos, que ahora esta muy de moda, lo que debiera ser nuestra vida.

Los gobernantes, y los políticos de la oposición, los jueces y los legisladores, aun por mimetismo tienen un comportamiento similar, cuasi humano en sus decisiones, y la impronta de la muerte hace que se pongan las pilas con determinados asuntos.

Hacen falta muertos...

Hace falta que haya muertos para que se muevan, para que legislen y para que acerquen sus decisiones a algo que parezca humano, a algo que haga que parezca que son humanos. En realidad, es solo mimetismo social. Ellos no son humanos, al menos en sus sentimientos.

Poco importa que se estén llevando a cabo 500 desahucios diarios, poco importa que en los juzgados se amontonen mas de 200.000 expedientes de lanzamiento, poco importa que la desmedida ambición de los bancos deje tiradas familias enteras en la calle, poco importa condenar a un pobre abuelete, que con la mejor de sus intenciones avaló la compra del piso de su nieto favorito, a la mas absoluta pobreza y deslocalización, poco importa el sufrimiento de las personas a esos personajes de apariencia humana pero con corazón de hierro forjado en las calderas del mas cruel de los infiernos

Hacen falta muertos...

Ahora, que se empieza a conocer la tragedia de los suicidios impulsados por esa miserable y acaparadora forma de trabajar de los bancos, los dos grandes partidos dicen haber llegado a un acuerdo para parar esto.

Para parar... ¿Qué? ¿Quizás van a impedir que se produzcan mas desahucios, quizás van a obligar a la banca a mantener las tasaciones de origen, quizás los obligaran al alquiler social, o admitirán que se produzca la lógica y absolutamente justa dación en pago?

Quizás solo sea una postura de cara a la galería, o pasen meses antes de que tomen una decisión y legislen, quizás sea una mas de las promesas incumplidas...

Hacen falta muertos...

Se tiene que poner guapa para su marido, como buena esposa cristiana...
Digo yo, que la señora Botella, de Aznar, Doña Ana, no debió poder anular la reserva que tenia en ese Spa de lujo en Portugal y que por esos se fue, a pesar de la tragedia del Madrid arena, digo yo... que igual no le dio tanta importancia. Sólo eran cuatro o cinco jovenzuelas muertas...

No importa

Ahora, tras la perdida de esas jóvenes vidas, en claro gesto hacia los que la miramos con malos ojos, dice que ya no permitirá más eventos de este tipo.

Alguna cabeza de turco terminara rodando en el cadalso y pagando por esas muertes, aunque seguro que de forma bastante suave. Ni ella, ni los técnicos. Municipales que consienten el funcionamiento de un local que no reúne las suficientes medidas de seguridad, ni el ambicioso empresario que vendió más del doble de las entradas autorizadas terminarán en el duro banquillo de un juzgado... Ni tan siquiera habrá ninguna dimisión. Torres Dulce, el fiscal, igual que nuestro numerario Ministro del Interior insisten en culpabilizar a los padres de las fallecidas del tremendo final de sus hijas, padres depravados que permiten la asistencia de sus hijas a tan lujurioso lupanar, verdadera cueva de malhechores, sin tener en cuenta que por encima del probable abuso de alcohol y de la adrenalina que se descarga en sangre en este tipo de eventos, si todas las puertas de emergencia hubieran estado habilitadas, el siniestro suceso quizás no habría ocurrido, que si la empresa de seguridad hubiese sido segura, se habrían tomado otras medidas, sin pensar que podría haber sido peor, si alguna de esas bengalas hubiesen incendiado el edificio con 20.000 personas dentro y sin que los bomberos pudieran llegar por la falta de altura de las cornisas...

Pero ha habido muertos. Ahora todos dirán que es verdad, que esto hay que arreglarlo...

Hacen falta muertos...

La violencia machista no para de generar victimas, engordan las cifras casi cada día, y esas muertes algún día harán que alguno de los políticos enarbole la bandera de justiciero y proponga que se retiren los recortes en protección y en prevención, que se renueven unas miserables subvenciones que salvan vidas, que evitan el crimen, que se retomen las campañas de concienciación para hacer que los hechos denunciables terminen denunciados. Algún político saldrá en defensa de esas victimas...

Sólo hacen falta más muertos...


Cuando el hambre y la enfermedad, cuando la miseria y la inmundicia, cuando el frío y la lluvia empiecen a romper las estadísticas de expectativas de vida en nuestro país, empezarán a hablar de los servicios sociales desaparecidos, del paro que lleva a las personas a dormir en los cajeros de los bancos o envueltas en cajas de cartón que con toda probabilidad envolvían paquetes con caros contenidos. Ahora esos cartones sirven de mortaja, de sudario improvisado en vida para muchas gentes.

Cuando haya más muertos...

Después, unos meses de discusiones y de tirarse trastos entre los principales partidos, y mas tarde, cuando la situación este a punto de reventar en las calles, nos volverán a hablar del gran consenso social que han logrado, nos venderán su saber hacer y sus increíbles capacidades de negociación...

Miserables. ¿Por qué esperan a que haya muertos?

Jose Ramiro, bloguero