lunes, 13 de agosto de 2012

El Gran Cabrón

Tengo la mala suerte de no ser creyente.

Si lo fuera, seria fácil consolarme de los males del mundo, de la mala gente y de sus malas acciones, de las guerras y de la pobreza, del hambre y de la mortalidad infantil, del terrorismo  y del terrorismo de los estados, de las dictaduras y de la esclavitud, del trabajo infantil y de las enfermedades, de la corrupción y de los abusos de las clases dominantes…, bien asumiéndolos como merecido castigo divino, bien asumiéndolos como obra del Maligno.

No quiero que se me interprete mal, y vaya por delante mi respeto hacia los creyentes, pero en el cristianismo y, supongo, por lo que veo, en las otras religiones hay algo que falla.

En realidad, sus principios, no tengo ninguna duda, son buenos, y aunque desde mi punto de vista parten de la falsa premisa (insisto que solo es mi punto de vista) de la existencia de un Señor Todopoderoso, que si realmente lo fuera, no debería ampararse en el manido supuesto del libre albedrío para no frenar los males de este mundo. Es incongruente que quien tuvo la capacidad creadora de dar forma y vida a todo lo existente, se haya despreocupado tanto de su creación o le haya dado la espalda.

Seguro que hay argumentos en todas las religiones para justificar ese aparente abandono.

Bien es cierto, que en alguna ocasión ha castigado con fiereza la maldad de los humanos, como hizo en Sodoma, y si el Maligno, como parece, es también obra suya, (tiene que serlo, porque sino no seria Él el principio de todo lo que existe) no se entiende que sea inmune a su castigo, que lo haya dotado de tanto poder como para que en el balance de bueno y malo salga siempre victorioso.

Sin duda, deben existir razones divinas que justifiquen lo injusto de esta situación.

Igual deben existir esas razones en otras religiones, que premian al que asesina con paraísos post-mortem o cortan manos de ladronzuelos, que lapidan mujeres por los pecados de sus maridos e impiden que se muestren al mundo ocultándolas bajo telas oscuras y fúnebres, como si no existieran…

Si bien, reconozco la bondad de los principios religiosos, no puedo dejar de pensar que el colectivo creyente se deja llevar más por las razones divinas que por las humanas, restando así propiedades al libre albedrío, poniendo en las manos del Todopoderoso la búsqueda de soluciones a los problemas terrenales. El “Dios proveerá” es siempre un recurso de ultima hora para los creyentes.

Las élites de las iglesias, los que mandan terrenalmente en ellas, son en muchos casos aliados del Satán Bíblico.

Cuando perdonan a violadores de niños y justifican la violencia sobre las mujeres y los más débiles, cuando acumulan riquezas, cuando muestran un comportamiento antisocial, cuando quieren imponer por ley sus creencias a todo ser a su alrededor, cuando defienden sus religiones con las armas, cuando ven como enemigo al ateo, cuando entienden que la homosexualidad o el lesbianismo son una enfermedad, cuando relega a la mujer a un lugar socialmente secundario, cuando las quieren encasillar en un papel de meras “reproductoras” y amas de casa, cuando las tapan y les impiden su normal desarrollo como personas, cuando les niegan la educación, cuando ensalzan el papel del hombre como ser dominante, cuando permiten el hambre y la pobreza mientras almacenan riquezas y compran acciones de grandes farmacéuticas que fabrican viagra o invierten en la industria armamentística, cuando se ponen del lado de dictadores y represores, cuando en una proclama absolutamente inhumana hablan de pecado por usar un preservativo, cuando justifican el sida como castigo divino por los desmanes del hombre en la tierra, cuando pecan en cada uno de lo que predican como pecados, se comportan como aliados del Maligno.

Estos, son sus aliados, no siervos del Dios que todo lo puede.

No hablo de los creyentes que profesando su fe, ayudan al prójimo, sienten misericordia ante las injusticias y colaboran plenamente en el desarrollo de una sociedad mas justa.

No hablo de los misioneros ni de los pastores de cualquier religión que en buena lid con su competencia intentan atraer más fieles a sus rediles.

No hablo de los curas de las iglesias ni de las monjas de los conventos, ni de los rabinos de las sinagogas ni de los imanes de las mezquitas, no generalizo.

No hablo de la gente buena, que la hay, y mucha.

Hablo de la mala gente.

Hablo de lobos disfrazados de pastores que mantienen a sus ovejas sumidas en el miedo al pecado mientras en su vida no existe ni ley ni orden, que salen de caza y recogen a las ovejas descarriadas con falsas promesas e ideas idílicas de un mundo que no existe, que amenazan con el castigo eterno al fuego del infierno si cometes sus mismos pecados, o que te incitan al peor de ellos, que es la muerte de un hermano, con la promesa de premios en un más allá, que como mínimo, es dudoso.

Hoy, los creyentes de verdad, los que profesan su fe en Dios, en cualquier Dios y con cualquier fe, deberían revelarse contra esos mandatarios que no representan al Ser Divino y más bien parecen diablillos comandados por el Gran Cabrón.

Si no se revelan, si no luchan contra el abuso y la perversión de unas iglesias que nada tienen que ver con lo divino, mal favor le hacen a sus creencias… y a la humanidad...

Jose Ramiro, bloguero