sábado, 11 de agosto de 2012

Binarios

El mundo, nuestra vida, nos somete permanentemente a la prueba de la decisión.

Cada vez que nos encontramos ante una cuestión que exige una respuesta, se nos plantean alternativas, que nuestro cerebro descodifica en base a un sistema simple de comparación muy similar al que utilizan los grandes ordenadores.

Estos, no entienden otro lenguaje que no sea el de los ceros y los unos y constantemente se debaten entre los dos caminos

Nosotros, los humanos, pasamos por trances parecidos en nuestra vida, donde tras un análisis intenso de las situaciones donde se van descartando las peores opciones y al final, tenemos que optar por una de dos.

Como si las ideas fueran el muelle de un reloj, -tensión, distensión, tensión, distensión, tic, tac, tic, tac…- nos debatimos entre las dos ultimas posibilidades; como si de un péndulo se tratara, delante, detrás, izquierda, derecha, izquierda, derecha, …

Así es el mundo de las decisiones, un mundo binario, donde al final encontraremos un cero o un uno. No existen los estados intermedios, y las dudas en optar, siempre terminan en la inoperancia.

De esta manera, decidimos todos los pasos importantes de nuestra vida, me caso o no me caso; esta carrera o aquella; carne o pescado, frito o a la plancha…este coche o aquel… La vida esta llena de decisiones binarias.

Claro, que en los ordenadores, el software (salvo fallo de programación) decide siempre  la opción adecuada, mientras que en nuestros cerebros, en nuestras ideas, el error acecha y caemos en el con demasiada frecuencia. Esto es un “bug” de la naturaleza… un virus que nos lleva a tomar, a veces, decisiones incorrectas.

En los últimos meses, venimos presenciando el desmantelamiento sistemático del estado por parte del partido en el poder, y no puedo dejar de pensar en como es posible tomar cada una de las decisiones, en como es posible que cada ajuste, cada reforma, cada ley sea la contraria a la que determina el buen juicio.

Sin duda, es un error de programación.

Dejar rescatar a un país que no necesita el rescate, (la deuda es de los bancos y privada, no del estado) promover el indulto del ladrón, castigar al trabajador, favorecer el despido, (en una situación de paro, ya casi irreversible para esta generación) desmantelar la sanidad, romper la educación, perdonar al corrupto y llevar a los tribunales a los justos, elevar impuestos y subir tarifas, desamparar al desamparado y “retocar” leyes para convertirlas en inútiles…

Puede que no sea un error y si un virus.

Un virus que ataca a las gentes de derecha, convirtiéndolas en verdaderas fieras que creen estar en selvas urbanas, donde el poder lo da la fuerza. La fuerza de unos votos mal usados, conseguidos con mentiras y falacias. La fuerza del dinero derrochado y mal usado, comprometido por una tremenda corrupción que ataca hasta las más altas capas de “su” sociedad, gastado en salvar entidades bancarias que no merecen más que la condena y el cierre, robado a sus ciudadanos con absoluta impunidad…

Es un virus de alta peligrosidad, que es capaz de contaminar e infectar hasta sistemas tan distintos como son los políticos y los obreros, directivos y empleados, ricos y pobres, gente en general.

Si no fuera así, no se entiende que después de estos meses, no se haya iniciado una desinfección masiva de nuestra sociedad.

Existe el antídoto perfecto. Tiene nombre y forma y además, vacuna a las generaciones venideras.

Se llama Revolución… Pacifica, pero firme.

Hay que forzar el péndulo para que se mueva hacia la izquierda. Hay que declararse insumiso ante la injusticia. Hay que hacerles ver que el camino escogido es fruto de un error escrito en su propio programa, en sus genes. Hay que revelarse ante la inhumanidad de “reformas” que no son sino perdida de derechos adquiridos en años de lucha y perseverancia. Hay que decir que NO, que ya esta bien, que estamos hartos de abusos, de corrupción y de leyes que solo los protegen a ellos.

En los grandes sistemas computacionales, hace años que se viene investigando en sistemas de lógica difusa, que sobrepasa la estrechez de los sistemas binarios, posibilitando estados intermedios entre el cero y el uno, dando infinitas opciones a la hora de tomar decisiones o alternativas.

Nuestro sistema político, mal que nos pese, es una especie de sistema binario, donde los votos, con mucho, se reparten entre los dos grandes partidos estatales, como si no hubiera más opciones, y así, pasamos de la izquierda moderada (últimamente muy moderada) del PSOE a la derecha conservadora (últimamente muy conservadora del PP).

Hay más alternativas, que con los mensajes de estos dos grandes partidos, queda oculta, invalidada, resumida a unos pocos escaños, donde lo único que consiguen es airear alguna que otra protesta.

Las fuerzas de izquierda están desarboladas, como si no partieran de un mismo tronco común, y eso las debilita. El resultado, se paga en las urnas…

Y esa debilidad, ese “desarraigo” de la idea común de izquierdas hace fuerte a la derecha, la potencia, le da razones, le da argumentos, la afianza en sus desatinos…

La ruptura de la desunión, la unidad de la izquierda ante los abusos, y la adopción de miras comunes, la dotarían de una fuerza arrasadora, imparable, justa y honesta, que convencería al pueblo y lo uniría contra la barbarie de la derecha.

No olvidemos, que en esta propuesta incluye dos conceptos “antivirus”: justicia y honestidad. Aquí no vale la lógica difusa, y de nuevo nos enfrentamos al maldito binario, pero con resultados bien definidos: Cero corrupción. Cero injusticia…

Tic, tac, tic, tac, izquierda, derecha, izquierda, derecha…

En nosotros está parar el péndulo… y en qué posición…

Jose Ramiro, bloguero