lunes, 16 de julio de 2012

La enfermedad de los políticos.


Tras años viendo transcurrir la vida política de este mundo, he llegado a una conclusión:

Nuestra clase política (y la del resto de Europa, y probablemente la del resto del mundo), padece una extraña enfermedad que solo les ataca a ellos.

 Es una enfermedad de desarrollo tremendamente rápido y cuyos efectos son muy, pero que muy perniciosos para el resto de los ciudadanos. Se contagia entre ellos con características de gran epidemia, y su desarrollo se inicia a las pocas horas de haberse celebrado unas elecciones, sean del tipo que sean. Una enfermedad que no discierne entre izquierdas y derechas, y que ataca por igual a hombres que a mujeres, y que no discrimina por razón de sexo, raza o credo, siendo desde ese punto de vista fiel cumplidora de las leyes de igualdad.

Tiene un periodo de incubación variable, que va desde unas horas, hasta unas pocas semanas, desarrollándose en cada persona de una forma distinta, y una vez desarrollada es muy infecciosa y, de momento, no tiene cura conocida.

Se llama esta enfermedad Sordera Crónica, y en muchos, pero que muchos casos esta relacionada con otra enfermedad que transcurre en paralelo, que es la Avaricia y la Corrupción Política.

No recuerdo ningún político que no haya sido contagiado, aunque estoy seguro que existen, lo que ocurre, que la enfermedad asociada, no permite que se les vea. Los afectados por esa segunda enfermedad, son muy dañinos, y ocultan a quien los pudiera vacunar…

En  nuestra aun breve historia democrática, sobran los ejemplos de la existencia de esa enfermedad.

Felipe González, creo que fue en su segunda legislatura, en el discurso postelectoral, dijo algo así como: “He oído vuestras voces, no os defraudare” No era cierto. Si nos oyó, no nos escucho… y nos defraudo.

Aznar, tampoco pudo oír el grito desgarrado de las masa pidiéndole el “NO A LA GUERRA” y nos llevó una guerra ilícita, donde las batallas eran para “usurpar” las riquezas del país invadido. Guerra que aún no a parado y que sigue costando vidas y dolor.

No supo oír como se iba inflando la gran burbuja inmobiliaria que él mismo provoco y favoreció y no supo oír que con “aires chulescos y acento mexicano”, con mentiras y altivez, el pueblo le daría la espalda.

Zapatero, no supo oír las quejas de un pueblo que demandaba de el un gobierno más social, y con mas empuje. No supo oír que en España hacia falta un verdadero cambio de modelo, y no supo oír que le pedíamos algo mas de “energía” y coraje en sus decisiones.

No supo a oír a quien le aviso de la crisis y negó una y otra vez la realidad de lo que ocurría.

No supo oírnos cuando le pedimos que pusiera fin al desenfreno de gasto inútil de su mandato.

Rajoy, nuestro actual presidente, no esta oyendo al pueblo. Ataca a los ciudadanos como si fuéramos culpables de algo. Nos está masacrando económica y socialmente y sigue sin oírnos. Hace lo contrario de lo que prometió, y hace oídos sordos al clamor popular.

Se somete a los imperativos de Europa, cuando todos le estamos pidiendo que no lo haga y sigue sin oírnos.

No oye…

No oye, o no quiere oír, que subiendo impuestos esta condenando a los españoles al decrecimiento y a la pobreza.

No oye, que la educación es un pilar básico para el futuro de España como pueblo.

No oye que la sanidad no es un favor que se le hace a los ciudadanos.

No oye que los parados quieren trabajar y que el problema es que no tenemos forma de conseguirles ese trabajo, y los castiga, los margina, los trata como “culpables” de estar en esa situación.

No oye, que el pueblo le está pidiendo a gritos que haga algo con los que más tienen.

No oye que no queremos que indulte fiscalmente a los que han defraudado y engañado a esa hacienda que somos todos.

No oye que queremos que de nuestras Universidades salgan licenciados y doctores que puedan quedarse en España y no que anden mendigando trabajo en otros países.

No oye, que los ciudadanos no tenemos porque pagar una deuda que no es nuestra, sino de aquellos que se han aprovechado en los tiempos de bonanza y ahora no quieren asumir sus perdidas.

No oye que los bancos son empresas y sus ejecutivos deben ser responsables de su mala praxis.

No oye que estamos cansados de corrupción y de corruptos.

No oye que las empresas públicas están al servicio y son de los ciudadanos, que no son suyas.

No oye cuando le pedimos que deje de favorecer al Capital y favorezca el capital humano que somos los españoles.

No oye que queremos una televisión y una radio plural y neutra y una justicia de verdad independiente.

No oye que los derechos son algo que no se pueden quitar y no oye que queremos que desaparezcan los privilegios

No oye que estamos cansados de pagar esos enormes y abusivos salarios a los políticos que no tienen ni siquiera la honestidad de equipararse al resto de los mortales, como si ellos fueran una cosa distinta a quien no tiene que afectarles esta crisis.

No oye que nuestra situación requiere una postura mucho más social y de pisar tierra que la que están desarrollando. No lo oyen ni él ni los otros afectados de esa sordera crónica que, en su conjunto son responsables de la toma de decisiones.

No lo oye.

Ni lo oyeron antes…

Y no es por que no estemos dando voces, que si.

Es por esa extraña enfermedad que, en su caso y en el de sus ministros, se ha desarrollado con una voracidad y velocidad nunca vista antes.

No es exclusiva esta enfermedad de los gobiernos nacionales, ya que hay también afectados en comunidades autonómicas, alcaldías, pedanías, diputaciones y todo tipo de entidades de gobierno.

Todas ellas están llenas de afectados, sordos y corruptos…

Pocos son inmunes…

Es una tragedia no encontrar la cura milagrosa para tan maligna enfermedad, aunque desde hace algunos días, coincidiendo con el último ataque virulento de la misma, parece que hemos encontrado un antídoto.

El pueblo ha empezado a salir a la calle. No queda prácticamente sector que no se esté involucrando en las protestas.

La radicalización de las mismas, podría ser “curativa” de la enfermedad.

Si todos protestáramos, tendrían que terminar oyéndonos.

Si todos nos movilizáramos, venceríamos la enfermedad.

Si todos, digo TODOS nos pusiéramos a ello, la erradicaríamos.

Jodida e injusta epidemia…

Jose Ramiro, bloguero