martes, 15 de mayo de 2012

Mi corazón está roto...


Hace seis días cumplí 54 años.

Cuatro meses antes, justo cuatro meses antes, los ha cumplido mi primo Jesús.

Somos de la misma edad.

Dicen los científicos que el corazón tiene su propia red neuronal, lo que podría explicar muchas cosas. Es posible, que si los sentimientos están en esa red secundaria recién descubierta, eso justifique los “vuelcos" que te da el corazón cuando recibes determinadas noticias.

Ayer, y no es la primera vez que me pasa, perdí un trozo de ese órgano.

Pocas personas conozco con la grandeza de espíritu y la fortaleza física que tiene mi primo.

Castigado desde hace años por eso que la gente llama “una cruel enfermedad”, ha ido superando cada nueva traba que esta le ponía por delante, asumiéndola como un reto más a superar. Y consiguiéndolo.

Mientras la enfermedad se lo ha ido comiendo poco apoco, sus restos se rebelaban ante ella, le plantaban cara, la despreciaban, combatiendo el dolor con el dolor, recordando sus trozos perdidos como si estuvieran con el, sin lamentarse, demostrándonos que no hay reto imposible, dando ánimos a quienes lamentábamos su enfermedad, haciendo de la enfermedad su fuerza.

La otra red neuronal, la de la cabeza, la tengo llena de imágenes de él. En la playa, en el campo, haciendo deporte, tomando copas, palmeando cualquier canción que sonara como el mejor de los palmeros, bailando, riéndose hasta de las cosas más tristes, positivando todo lo que le rodeaba, haciendo del despertar de cada día una fiesta que había que celebrar, viviendo cada uno de los días como el ultimo, apurando los minutos, negándose a dejarlo acabar

Tiene familia. Sus madre, sus hermanos y hermana, su mujer y sus hijos, sus primos, primas, tíos, tías, …

Tiene amigos, muchos amigos.

Ayer, se fue.

Me niego a hablar de Jesús en pasado. Sigue presente en mi cabeza como seguía presente su pierna después de perderla. Me duele como le dolía a él su miembro perdido. Es un dolor físico, lacerante, hiriente, incansable. No hay calmante que pueda con él. Sigo oyendo sus risas, sigo viendo su rostro lleno de alegría, sigo sintiendo su fuerza existencial a mi lado, sigo aferrado a una última imagen, todavía con salud, que no voy a permitir que el olvido vaya borrando de mi mente.

Todo eso, y mucho más pasa en mi cabeza.

En mi corazón, … en mi corazón, … mi corazón está roto.

José Ramiro, Bloguero